Un cadáver hallado en extrañas circunstancias en una casa deshabitada provoca que los agentes de policía de Scotland Yard se pierdan en divagaciones equivocadas. Y, por si fuera poco, un nuevo asesinato parece complicar aún más la historia. Para resolver el misterio, habría que remontarse en el tiempo a otros asesinatos ocurridos hace 30 años en la ciudad mormona de Salt Lake City... Sólo Sherlock Holmes, gracias a sus implacables poderes deductivos y forenses, será capaz de solventar el crimen.
En esta obra es presentado el detective Sherlock Holmes, éste está grandiosamente elaborado, tiene una personalidad excéntrica, un asombroso poder de deducción, un gran sentido de observación, gran carisma, una inteligencia aguda y, en determinados temas, gran cantidad de conocimientos, aunque en otros es sorprendentemente ignorante, todo esto te hace quedar fascinado del personaje. También está el doctor Watson, que a pesar de ser inteligente, está tan perdido en el crimen como nosotros, los lectores, por lo que nos identificamos con él. También, al ser una persona común, es nuestro cable a tierra, en los excéntricos momentos de Holmes. Los dos personajes tienen un gran sentido del humor y, especialmente Sherlock, de la ironía.
Es muy gracioso como los detectives de Scotland Yard, profesionales, llegan a conclusiones totalmente erradas, y se desesperan por la ayuda de Sherlock.
El crimen es muy interesante.
Los métodos deductivos de Sherlock son magistrales, y causan un gran asombro al lector.
Lo que me pareció malo es que Watson y Holmes avanzan muy rápido su relación, se llevan muy bien a pesar de recién haberse conocido. Además el lenguaje es bastante formal y un poco antiguo en ciertas partes.
Cómo se resuelve el caso, y especialmente, la historia que hay detrás, es extraordinaria y está muy bien pensada, para mí lo mejor de la obra.